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Te conmoverá la carta que le escribió un chico de 25 años a su padre

admin

Thumb

¿Resentimiento o perdón?

Si tuvieras que decirle algo a tu padre ¿qué le dirías? Quizá darle las gracias por todo lo que hizo por ti…o quizá no. A continuación te presentaremos la carta que le escribió un chico de 25 años a si papá.

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Querido padre:

Desde bien pequeño te observaba con esa admiración con la que sólo es capaz de mirar un niño de ocho años a quien le había dado la vida y estaba manteniendo a toda una familia. Y, ¿por qué no reconocerlo? La principal razón por la que te miraba así era porque quería ser como tú; quería una mujer que me quisiera tanto como te quería mamá, unos hijos que me miraran como mi hermana y yo te mirábamos -como mi hermana continúa mirándote-. Un trabajo hecho a tu medida que habías conseguido íntegramente, luchando día a día para sacar adelante a la familia. Quería “hacerme a mí mismo” como tú te habías hecho a ti mismo.

Durante la infancia pasé largo tiempo con mi madre, más que contigo. Eso conllevaba que se forjará aún más la leyenda de que mi padre era una especie de Dios, hasta que llegó mi pubertad. Por aquel entonces, aún no había averiguado que hiciera lo que hiciera, nunca sería suficiente para ti. No tenía idea de que por mucho que yo tratara de impresionarte, nunca me dirías las palabras mágicas; “hijo, estoy orgulloso de ti”. Esas palabras que he esperado hasta bien pasado el quinto lustro de mi vida.

Recuerdo que, a mis 12 años, ingresé en el equipo de fútbol del barrio para impresionarte. No te puedes imaginar cuánto entrené para ese primer partido; mi primera decepción. Recuerdo que marqué un gol, fui corriendo donde ti tras el partido, esperando un abrazo y un “orgulloso, hijo, orgulloso” y lo que encontré fue un sermón sobre todos y cada uno de los errores que había cometido. Dejé el fútbol a las pocas semanas y tú le dijiste a mi madre que nunca llegaría a nada con tan poca determinación. Pensabas que dormía. Escuché muchas cosas acerca de mí cuando creías que dormía.

Podría citar miles de ejemplos que acaecieron después de esta primera vez; si yo pescaba un pez, podría haber pescado diez; si un trámite burocrático no me salía como quería, es que era tonto; si no conseguía cambiar el aceite al coche, era un inútil; si me interesaba el arte o tenía ganas de expresar mis emociones, me estaba volviendo maricón y, por supuesto, si trataba de hablar contigo a un nivel más profundo, más allá de las cervezas de rigor y el partido de fútbol en el bar, tenía que dejar de darle tantas vueltas a las cosas.

Pero fue peor aún al alcanzar la edad de veinte años. A estas alturas sentía una mezcla de resentimiento y rabia contra ti; ¿por qué no estabas orgulloso de mí? ¿Por qué un hijo tenía que lidiar con la decepción continua de un padre que esperaba que su descendiente varón fuera como él pero quintuplicado? Mi autoestima por los suelos, mi odio hacia ti, enervado.

Te diré algo, papá padre, nunca jamás seré como tú. Nunca trataré a mis hijos con esa indiferencia, nunca viviré, envejeceré y moriré sin que ellos sepan lo agradecido que estoy porque hayan llegado a este mundo.

Y te diré más; nunca les miraré con resentimiento porque no hayan cumplido MIS expectativas, dejaré que sean libres y los querré de la misma manera que tú quieres a mi hermana, con condescendencia, dulzura y orgullo. No pretenderé volcar mis frustraciones y mis sueños devastados en mi vástago y le diré “sé fuerte”. Porque, papá padre, un niño es fuerte cuando tiene el apoyo de su padre, un niño es fuerte en la medida en la que sabe que “puede ser quién quiera”, que es libre.

Y si algún día llego a ser el hombre que quiero ser, seré yo quien te mire con cierta lástima tolerante, quien barrunte tus estados de ánimo seniles y perdone tu mediocridad. Porque, querido papá padre, yo sí estoy orgulloso de ti, siempre lo he estado. Algún día, sabré que todo lo hiciste por mí, que lo hiciste lo mejor que “te dejó” el ridículo rol de “cabeza de familia”. Y, si este día en que llego a ser el hombre que quiero ser, ya es demasiado tarde, yo no cometeré el error de no decirte aquello que sé que estarás esperando, tumbado en tu cama con horas y horas para reflexionar. “Padre papá, te perdono”.

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Fuente: upsocl.com